Leyendas de Pedro I (IV)

Publicado en

Volvemos con nuestro rey, don Pedro I.

Cuenta la leyenda, que don Pedro mantuvo toda una corte de amantes mientras mantenía a su esposa bien lejos, mandándola a recorrer el reino mientras él pasaba su tiempo de placer en Sevilla.

En su palacio real en el Alcazar sevillano, mantenía a su amante oficial, María de Padilla, pero usó la famosa Torre del Oro como refugio para sus demás amantes, pero siempre buscaba nuevas amantes.

Entre esas amantes estuvo doña Aldonza Coronel, hija de una familia muy noble. Pero en quien realmente estaba interesado Pedro era en su hermana María.

María casó con Juan de la Cerda, siendo los mismos de la Cerda que debían haber sido los reyes, si Sancho IV no hubiera vencido la guerra a su padre Alfonso X saltándose la sucesión y esta hubiera sido la normal hacia los hijos del difunto hermano mayor de Sancho.

El rey Pedro mandó ejecutar a su padre y a su marido por apoyar a su hermanastro Enrique, quedando viuda María, pero a su vez, el rey arrebató la fortuna a la familia, quedando esta pobre.

Pero María era hermosa, y eso no quedó oculto al rey, así que se hizo insistente en su cortejo.

María no quiso nada con el hombre que le había traído la ruina, así que huyó de él, llegando a ocultarse dentro de edificios religiosos para acogerse a sagrado y el rey no la pudiera sacar de allí salvo cometiendo sacrilegio.

Así fue primero a una ermita, pero acabó en un convento de monjas pidiendo asilo a las religiosas frente al rey.

El rey consiguió a Aldonza, pero le atraía más María al negarse esta tan rotundamente, y no dejó de insistirle.

La leyenda en este punto se hace más dudosa, y cuenta cosas muy desagradables y no sabemos lo ciertas que puedan ser, por ello preferimos no airearlas. Pero lo que sí fue cierto es que María se mantuvo firme en su decisión, tanto como Pedro firme en su cortejo.

A tanto llegó la cosa, que María llegó a entrar en el convento de Santa Clara, en Sevilla, pidiendo ingreso para huir de él.

Ni eso detuvo al rey, que asaltó el convento a pesar de las quejas de las religiosas durante varios días. Primero lograron esconderá en el jardín, en una zanja bajo unas tablas y maleza, y al no encontrarla se marcha. Pedro decide esperar unos días y volver de improviso, cuando no le esperaran, para no darles tiempo a las monjas a proteger a María, y así sucedió, entró el rey y María tras huir por los pasillos acabó en la cocina como último reducto de su defensa.

María intentó razonar con él, intentó negarse, pero el rey ya pleno de ira, la asaltó con furia y ella, tomó una sartén con aceite hirviendo y se la lanzó sobre la cara, desfigurándose.

El rey en ese momento entró en razón, viendo a la hermosa mujer desfigurada por su culpa, comienza a llorar y comprende lo malo que ha sido con ella, así que la deja para no volver a molestarla más.

Tras la muerte de Pedro y llegando el reinado de su hermanastro Enrique II, este devuelve las posesiones a la familia, y gracias a esto María funda el convento de clarisas de Santa Inés, también en Sevilla, y allí muere y es enterrada.

Decimos que hay parte de la leyenda que es dudosa, pero la parte del aceite es cierta, ya que en el siglo XVI, en unas obras en el convento se encuentra el enterramiento de María, donde se encuentra su cuerpo incorrupto, con su cara desfigurada por el incidente.

Es cierto, en esta situación don Pedro no se comportó bien, pero Pedro también es un simple hombre y como tal cometió muchos errores en vida, y no cabe duda de que vivió el resto de su vida arrepentido por lo que quería hacerle a la pobre María, que fue lo que le forzó a ella a desfigurarse.