Cómo era vivir en un castillo medieval

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Poniendo la vista en el pasado, vamos a realizar un viaje en el tiempo donde expondremos cómo era la vida en torno a un castillo medieval.

En primer lugar, debemos tener claro, que un castillo estaba pensado para cumplir ciertas funciones, como era la protección ante un ataque enemigo, así como controlar un vasto territorio. Por esto, podemos hacernos a la idea de que estos castillos eran de difícil acceso o se encontraba en lugares aislados. La vida de los que habitaban en él, o sus alrededores, podría complicarse a la hora de establecer comunicaciones o relaciones con el exterior. Todo ello era necesario por la seguridad y el bienestar de sus habitantes.

Estructura básica de un castillo medieval

Un castillo, por regla general, contaba con una serie de estancias y estructuras básicas, para mejorar su habitabilidad, así como para servir de defensas a este:

  • Foso: No todos los castillos podían contar con un foso natural, por lo que se optaba por construcciones propias, con las cuales poder hacer frente al enemigo y dificultar así una invasión.
  • Puente levadizo: Para salvar el foso, hacían uso de este tipo de puente, con el cual cruzar sin problema, y poder retirar en caso de ataque enemigo.

Estos anteriores, eran utilizados en el caso de encontrarse en una llanura, de estar en una montaña o zona alta de difícil acceso, no era necesario estos sistemas de defensa.

  • Murallas y almenas: Era la protección principal del castillo, y la que evitaba la entrada directa del enemigo. También era la zona utilizada para la vigilancia, ya que gracias a su altura, permite una mejor visibilidad del terreno.
  • Patio de armas: Era el patio central, alrededor del cual, se construirían el resto de estancias tales como: establo, armería, aljibes….
  • Capilla:  El lugar sagrado desde el cual se adoctrinaba en la religión a los habitantes de la zona.

En conclusión, gracias a estas grandes fortalezas, se podía vivir apaciblemente el día a día y sin temor al ataque del enemigo. Así, tanto gobernantes como vasallos, podían dedicarse libremente a sus quehaceres.